كتاب وآراء

RECODOS DEL CAMINO, CAMARADA

“Hay quienes quisieran volar alto para que el mundo les vea. Otros lo hacen para ver el mundo”.
Ahí está la diferencia entre tú y yo, le dije aquel día en que coincidimos, precisamente y por casualidad en alguna parte del mundo, con los pies en la tierra. Eramos los ponentes de unas charlas, en unas jornadas, sobre el mismo tema; pero con marcados matices del mismo. Si me conocen ya se imaginan el tema. Mientras esperábamos a que la gente fuera llegando, charlamos en la cafetería frente al local donde se celebran las jornadas. La moderadora de nuestras ponencias estaba presente, con nosotros. Nos invitó a un café. Tocaban a su fin los años setenta, diciembre. Las 19.30 de un viernes invernal. No conocíamos la ciudad, ninguno de los dos. La noche anterior, desde el hotel tuve el valor de salir a dar una vuelta que no superó la manzana en la que estaba ubicado el hotel. Así que poco o nada podría contar sobre la ciudad; pues esa misma noche tenía vuelo a las 22,45 de vuelta a Argel. Él, según me dijo, se quedaba un par de días, invitado por una asociación de solidaridad con los pueblos árabes.
Mi compañero de ponencia era un experimentado orador, mientra que yo empezaba en el arte que nunca lleguéa dominar( fea palabra). No íbamos a competir por nada. Eramos dos “revolucionarios ” que iban a compartir sus causas con ciudadanos/as de aquella hospitalaria ciudad. Por nueve años superaba mi edad. Llevaba quince frecuentando escenarios, tarimas y atriles.
Media hora dio mucho de si, hablando de revolución y revoluciones. En pocas apreciaciones coincidíamos. En ese espacio de tiempo pude, en mi cabeza, ponerle el sello de “revolucionario de salón “…cuando introdujo en la conversación palabras que a mi juicio por aquel entonces eran de “pequeño burgués “, como por ejemplo” ” hay que saber volar y cogerlas al vuelo…el mundo te tiene que ver…etc”
– Tu quieres el vuelo para que te vean. Yo…es que ni siquiera sé si quiero volar; pero si he de hacerlo estaré viendo el mundo y en y desde la tierra, que desde las distancias cortas se huele mejor el perfume.( risas de la moderadora).
– Cuando hayas hecho el recorrido que ya hice yo, te darás cuenta que no es lo mismo “ver el mundo a que este te vea” y volando es la mejor manera de ver la diferencia.
– Lo siento; pero sigo pensando que prefiero ser yo quien pueda ver el mundo a que el mundo me vea, salvo que quiera saber de mi, reconocerme y respetarme.
– Los saharauis sois buenos guerreros, más resistentes que vuestro desierto; pero la política es un tipo de guerra muy letal, muy silenciosa. No se cuanto aguantareis…
– ¡ ah, por eso no te preocupes, siempre estamos pensando la mejor manera de superar las dificultades, el tedio y de armarnos de paciencia, sin que ello signifique apatia; y si encima las formaciones palestinas nos ayudasen, la espera se acortaria; pero creo que aún os lo estáis pensando. Nosotros, no. Estamos con vosotros. Lo decimos claro y alto.
La moderadora, que ya llevaba rato rompiéndose de risa, por dentro, con oportuna intervención hizo que la sangre no llegara al río.
– Señores, la gente de aquí se impacienta por un minuto que pase de la hora prevista. Nos vamos. A ver si llevamos a vuestros oyentes de la mano para, juntos, asomarnos a la historia real de dos pueblos que luchan y contarles las penurias de la guerra que sufren nuestros pueblos en Palestina y el Sahara.
Finalizado el acto nos despedimos, no sin desearnos lo mejor.
Por circunstancias de la vida y la edad, me volví “revolucionario de salón ” desde donde analizo el mundo, hablo de revolución y escribo sobre ambos no sin acordarme del amigo palestino que parte de razón tiene. Y mientras los verdaderos revolucionarios están ” al pié del cañón “a lo largo y ancho del muro de la verguenza, construido para dividir al pueblo saharaui , fragmentar las familias y por si fuera poco garantizar, en relativa paz, la explotación de los recursos naturales del Sahara Occidental ocupado, siempre con la inmoral ayuda de gobiernos miembros de la OTAN y el cómplice silencio de la ONU, la lucha continua sin atajos y salvando los recodos del camino que aún no se ve su final.
No se que ha pasado con nuestro caminar. ¿nos flaquearon las piernas y tropezaron nuestros pies uno contra el otro?
El camino sigue siendo el mismo, tortuoso y hostil; conserva la estela que nuestros mártires trazaron con su sangre. A sus orillas, camarada, continúan los mojones que colocamos aquella vez…por si los que vienen haciendo el camino no supieran orientarse.
B.Lehdad.

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