
JOSE MUJICA: PEPE (el gigante humilde que los medios no sabrán honrar).
José Mujica está grave. Y sin embargo, no veremos tertulias especiales, ni coberturas ininterrumpidas, ni cadenas internacionales hablando de su legado. No será como con los Papas, ni como con Trump, ni como con las figuras mediáticas que, con mucho menos, ocupan mucho más espacio. Mujica no era “noticia” en el sentido actual del término, y quizá por eso no sabrán despedirlo como merece.
Fue un presidente, sí, pero sobre todo un hombre. No se si le gustaba el”chivito uruguayo” o no. Si se sentaba a preparar un buen “mate”. Pero se que es un campesino que se atrevió a soñar con justicia, un guerrillero que conoció la tortura y el encierro, y un sobreviviente que, lejos de llenarse de odio, emergió con una sabiduría que ya no cabe en los parlamentos ni en las pantallas.
Su presidencia en Uruguay (2010–2015) fue la de alguien que no quiso parecer, sino ser. Vivía en una casa modesta, conducía su viejo escarabajo, y donaba casi todo su salario. No porque fuera una pose, sino porque creía,y lo decía sin miedo, que el poder es para servir, no para servirse.
Mujica hablaba despacio, con el acento de la tierra y la calma de quien ha visto lo peor. No necesitaba asesores de imagen. Su filosofía era radical en su sencillez: vivir con poco, pensar con claridad, actuar con justicia. Denunció sin tapujos el consumismo, la esclavitud moderna del tener, y la mentira de que libertad es poder comprar sin límites. Nos recordó que se puede ser libre con poco, pero jamás feliz con mucho si uno vive preso de la ambición.
Por todo eso, es probable que su figura no encaje en los moldes de la exaltación mediática. No fue un profeta de Silicon Valley, ni un provocador profesional, ni un banquero disfrazado de político. Fue un hombre íntegro, una anomalía. Y eso, hoy, no genera audiencia.
Pero Mujica queda. Queda en los campos y en las fábricas. En las aulas donde aún se enseña ética. En los jóvenes que buscan otra forma de hacer política. En los corazones de quienes aún creen en la dignidad como base de la vida pública.
Tal vez los medios no llenen sus pantallas de homenajes, pero hay otra memoria, la de los pueblos, que sabrán guardar su nombre entre los imprescindibles. Porque como decía Bertolt Brecht, “hay hombres que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles”. Mujica sera, siempre, uno de ellos.
Y aunque no hagan ruido por él, nosotros no lo olvidamos.
B.Lehdad.