ESكتاب وآراء

  CON VISTAS AL MAR (verdad, justicia y poder)   

Bachir Lehdad

En tiempos en que la geopolíti se disfraza de moral, de lucha por la democracia, y las acusaciones se confunden con sentencias, conviene mirar la verdad con vistas al mar: abierta, sin fronteras, sin la niebla interesada de los poderosos.

La reciente acusación de narcotráfico contra el presidente Nicolás Maduro y altos funcionarios venezolanos recuerda, inevitablemente, las viejas estrategias de los imperios cuando buscan justificar lo injustificable. Hay algo de déjà vu en la forma en que se construyen ciertos relatos. Así ocurrió cuando Estados Unidos acusó a Saddam Hussein de poseer armas de destrucción masiva: una mentira monumental que sirvió de excusa para devastar Irak y redibujar el mapa del Oriente Medio según conveniencia de intereses occidentales.

Hoy, el discurso cambia de forma, pero conserva su fondo. Ya no se invoca el peligro de un arsenal invisible; ahora se habla de un “narcoestado” amenazante. El enemigo público se traslada de las montañas de Afganistán y los palacios de Bagdad a los barrios de Caracas. Las etiquetas son nuevas, pero la lógica es la misma: señalar, aislar, sancionar, debilitar y, si es posible, derrocar. Mientras tanto, otros Estados con economías ilícitas mucho más consolidadas y toleradas —como Marruecos con el tráfico de hachís— rara vez reciben sanciones ni condenas comparables, lo que evidencia el sesgo y la selectividad en el uso de etiquetas como “narcoestado”.

Esto no significa negar las sombras que existen dentro del Estado venezolano —como ocurre en muchos países del planeta, empezando por EE. UU., España, la Comisión de la UE y otros— donde la mala gestión se hizo religión: corrupción, redes ilícitas y responsabilidades que deben ser investigadas y castigadas. Pero sí exige prudencia. Porque cuando la verdad se utiliza como instrumento de presión política, deja de ser justicia y se convierte en arma: sirve para manipular, aislar y debilitar, en lugar de esclarecer y proteger. La justicia, en cambio, debe ser como el mar: profunda, limpia, imparcial y sin dueño; accesible a todos, libre de los intereses de quienes buscan dominarla.

La coyuntura internacional actual —marcada por guerras olvidadas, sanciones selectivas y dobles raseros— debería hacernos más cautelosos. Ahí están los ejemplos: la Comisión Europea que, desoyendo al propio Tribunal de Justicia de la Unión, firma nuevos acuerdos comerciales y pesqueros con Marruecos, incluyendo recursos del Sáhara Occidental; o las reiteradas tentativas del régimen marroquí de convencer a Estados Unidos y a la Unión Europea para que el Frente Polisario —reconocido por la ONU como representante legítimo del pueblo saharaui— sea incluido en listas de organizaciones terroristas. Estas incoherencias minan la credibilidad de quienes se presentan como guardianes del derecho internacional y revelan hasta qué punto la justicia se acomoda a los intereses de turno.

Las acusaciones contra Maduro, verdaderas o no, solo pueden ser legítimas si nacen de tribunales imparciales y se sostienen en pruebas verificadas, no en informes de inteligencia manipulados ni en la necesidad de justificar sanciones que asfixian a los pueblos. La justicia no se decreta desde Washington ni desde Bruselas: se construye entre iguales, con derecho, respeto y memoria.

Curiosamente, la reciente concesión del Premio Nobel de la Paz 2025 a la opositora venezolana María Corina Machado puso de relieve estas tensiones. En su discurso de aceptación, Machado agradeció el apoyo internacional recibido, mencionando a Donald Trump como un aliado en la lucha por la democracia en Venezuela. Ese gesto revela cómo los reconocimientos y la política internacional a veces caminan por caminos paralelos: la “justicia” puede mezclarse con intereses estratégicos y aliados poderosos, generando un escenario donde la verdad y la conveniencia se cruzan de forma inevitable.

El mundo necesita menos guerras preventivas y más verdades compartidas. Solo con vistas al mar, con amplitud, sin miedo y sin condiciones, podremos distinguir la justicia de la estrategia y la verdad de la conveniencia; y por tanto la legalidad del dominio.

Pase lo que pase, el pueblo saharaui continuara mirando al horizonte, con vistas al atlántico, cantando “Aná arrafigu almustahil” y “ya bani Assahrá”

                  B.Lehdad.

اظهر المزيد

مقالات ذات صلة

زر الذهاب إلى الأعلى
ES

  CON VISTAS AL MAR (verdad, justicia y poder)   

by liga time to read: 3 min
0
إغلاق