
Carta abierta a los militantes socialistas del PSOE Doble moral: ¿Condenamos el genocidio sólo cuando no afecta nuestros intereses?
En una reciente sesión de control del Parlamento, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmó con rotundidad que “el gobierno español no hace negocios con un Estado genocida”, en clara referencia a Israel y sus acciones en Gaza. Una declaración que generó tensiones diplomáticas inmediatas, llevando al gobierno israelí a convocar a la embajadora española en Jerusalén.
Sin embargo, esta firmeza moral se desdibuja peligrosamente cuando dirigimos la mirada hacia el sur: Marruecos. Un régimen que no solo ocupa ilegalmente el territorio del Sáhara Occidental —territorio sobre el cual España, y directamente el propio Pedro Sánchez, mantienen una responsabilidad histórica, jurídica y política—, sino que desde hace décadas aplica una represión brutal contra el pueblo saharaui.
El mismo Marruecos que utilizó napalm y fósforo blanco contra la población civil saharaui durante la invasión —crímenes de guerra documentados por organismos internacionales—, continúa hoy con prácticas sistemáticas de represión, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y torturas a activistas saharauis que luchan pacíficamente por su derecho a la autodeterminación.
Entonces, ¿por qué el Gobierno español, encabezado por un líder socialista, mantiene y fortalece sus relaciones con un régimen así? ¿Por qué la indignación moral se aplica con rigor selectivo?
La respuesta, compañeros y compañeras del PSOE, es tan incómoda como evidente: intereses económicos, migratorios, estratégicos y, también, personales. España comercia, colabora e incluso guarda silencio cómplice frente a las violaciones de derechos humanos del régimen alauita porque le conviene. El chantaje migratorio, el control del narcotráfico, la presión sobre Ceuta y Melilla, y los acuerdos pesqueros y económicos han convertido a Marruecos en un “socio necesario”, incluso si ese socio comete crímenes atroces.
Esta doble moral no solo compromete la coherencia ética de nuestra política exterior, sino que mancha los principios fundamentales del socialismo democrático. Ofende la memoria de las víctimas saharauis, ignoradas e invisibilizadas durante décadas por gobiernos de todos los colores, incluido el nuestro.
No se puede hablar de derechos humanos con coherencia cuando se condena el genocidio en un lugar y se ignora en otro, e incluso se coopera con ingentes sumas de dinero público y material militar. La ética no puede depender de la geopolítica. O defendemos los principios universales sin hipocresía, o asumimos con vergüenza que nuestros valores tienen precio.
Compañeras y compañeros, no miremos hacia otro lado. Ser socialista implica, ante todo, ser coherente y estar del lado de los pueblos oprimidos. El pueblo saharaui espera aún que estemos a la altura de nuestros principios.
B.Lehdad.